Economía de Mallorca //

Por fin llegó el primer día en el que podíamos tomar nuestro primer café fuera de las cuatro paredes que nos habían acompañado durante tantos días. Las cafeterías, los bares, los restaurantes respetando las normas marcadas por el Gobierno en materia de aforos y normativas sanitarias – y una cuenta corriente con posibles números rojos – podrían volver a abrir sus puertas y adentrarse en la nueva normalidad para así volver a recibir a sus fieles clientes.A muchos de los que estaréis leyendo este artículo – y me incluyo – no nos faltó tiempo para volver a recuperar algunas de las rutinas que manteníamos antes del COVID19.

Seguro que muchos recordaréis cómo fue ese primer día y la sonrisa con la que os recibieron – o bien un empresario ilusionado con volver a ver con vida su local o un trabajador que ansiaba volver a recuperar su trabajo. 

Yo recuerdo mi primer escenario, y es que la verdad me faltó acudir con un metro en mi bolso para ver que se cumplían todas las nuevas restricciones que llevaba apuntadas en mi bloc de notas. Pero recuerdo que no hizo falta, ese lugar como muchos otros que dejaba atrás, cumplían con la normativa, pero como en la vida, también existían los que parecía que durante esos 60 días habían vivido en otra galaxia… Así que, la decisión de elegir un sitio que respetase las medidas era responsabilidad mía. 

Han pasado ya tres meses desde aquel día y mucho ha cambiado la situación. Desde entonces, el sector de la restauración y la hostelería está sufriendo restricciones constantes en materia de aforo y medidas de seguridad por parte de la Administración como justificación a los rebrotes, y yo me pregunto… ¿Quién es el verdadero responsable de los rebrotes?. ¿Ha de pagar por esta ola de rebrotes en círculos familiares o de amistades el sector de la restauración?.

Si nos paramos a pensar, la responsabilidad en esta situación pasa por cada uno de nosotros, como en mi caso, que decidí elegir yo misma el lugar de mi primer café. La mayor parte de los establecimientos, como el que fue el escenario de mi primera experiencia post COVID19, se han adaptado y reciben, día sí y día también, inspecciones con metro en mano y como todos sabemos… Pillos han existido siempre, así que pagan justos por pecadores. 

Primero fueron aforos escalonados y distancias de seguridad, después dos metros de separación para poder fumar en una terraza, ahora la prohibición ya es total y claro está, eso también se ha notado en el sector y en la caja diaria. Unas medidas que ahora se pueden ver agravadas por decisión de la Conselleria de Salut que determinará horarios y apertura de comercios y restauración por municipios y zonas.  

Levantar la barrera para un empresario no es fácil y menos en esta situación… Si hace un año, en época de bonanza, para muchos de ellos la liquidez económica era una ola por la que surfear, hoy en día, es más que una necesidad. Según anunció la ministra Yolanda Díaz, la pasada semana en Mallorca, los ERTEs han venido para quedarse, pero se desconoce qué pasará con las ayudas a los autónomos que tenían fecha de caducidad este mes de septiembre… Y que decir de algunos expertos financieros que anunciaban hace dos meses que lo peor ya había pasado… 

Estos días he escuchado como muchos se basan en prejuicios basados en que el empresario ha de tener una hucha infinita solo por el hecho de ser empresario y que ha de poder con esta crisis y con todo, y no es así. El empresario o emprendedor por mi parte, merece un gran respeto solo por el hecho de haber puesto en marcha sus propios proyectos, haber invertido en muchos casos todos sus ahorros y haber sido valiente y luchador… Tengo constancia de que el camino del empresario está lleno de preocupaciones constantes, y ahora mucho más. 

El sector de la restauración se encuentra en estos momentos en una auténtica montaña rusa a la merced de la responsabilidad de la ciudadanía y de las constantes restricciones por parte del Govern. 

Creo que muchos empresarios de este sector se merecen que seamos responsables con esta situación y pensemos que cualquiera de nuestras actitudes diarias que puedan favorecer rebrotes, están poniendo en peligro, aún más, el tejido económico de este sector y las ilusiones de muchos restauradores.

Y no solo eso, hoy en día la diferenciación y autenticidad son valores que cuestan mantener en las empresas por el incremento de costes, pero ahora más que nunca, el empresario debe seguir siendo responsable y proteger estos conceptos para que dentro de este sector sigan existiendo establecimientos únicos y basados en preservar el producto de Km 0, de proximidad y tradicional de las Islas. 

No creo que exista mejor filosofía en la vida que la de respetar y ser respetado, es por ello que, respetemos a un sector que a día de hoy lucha por sobrevivir mientras pueda.