Cuando me remonto a años anteriores pensando que lo conozco todo sobre la isla en la que vivo, siempre me arrepiento de mis palabras…. Y es que según dicen, es bueno reconocer nuestros errores o simplemente poner por montera el lema: “Nunca dejarás de conocer lugares que te cautivaran”.
Eso precisamente es lo que me pasa siempre con los blogtrips de #SomDeMallorca, una acción que desde sus inicios, allá por el 2016, nació con el objetivo de promocionar y apoyar a las empresas locales y los destinos de Mallorca.
Esta vez volvimos a coincidir algunos de los bloggers de viajes y gastronómicos de la isla con la única intención de disfrutar de una experiencia de dos días en Lloseta, uno de los municipios que se encuentran en la comarca de Es Raiguer.
En dos ocasiones había podido disfrutar de manera muy fugaz algunos de los lugares que engalanan este municipio, como el restaurante Ca’n Carrossa y el maravilloso hotel boutique Cas Comte Suites & Spa, pero ya sabéis que volver a lugares donde uno ha vivido recuerdos memorables, siempre es un placer.
Para los que no se ubiquen en el mapa, el municipio de Lloseta, en Mallorca, está formado por dos núcleos de población, Lloseta y Ayamans y limita con otros pueblos de las afueras de Palma como Alaró, Mancor de la Vall, Selva, Inca y Binissalem.
Es un lugar que apuesta por la innovación manteniendo la tradición. Muy apta para los amantes de los deportes de montaña: trekking, escalada, mountain bike. Además, es un municipio que puedes recorrer a pie y que denota paz y tranquilidad, pero no creo que sea aburrido… ¿Lo descubres conmigo?
Nuestra ruta estaba programada para los días 7 y 8 de noviembre, unas fechas en las que Mallorca brilla por tener una estupenda temperatura de una media de 20 grados. Aún así, la mañana nos sorprendió con lluvia. Como siempre pensamos: “Mira que ha tenido días para llover”. ¿Pero sabéis que? El primer lugar de encuentro, la Ermita del Cocó, fue muy digna de ser vista bajo la lluvia. Una lluvia que calaba mínimamente y que nos permitió tener nuestra primera toma de contacto, eso sí, con las habituales mascarillas, geles hidroalcohólicos y una bienvenida por parte de la organización que hizo que aunque lloviese en Mallorca, ésta mantuviera el encanto en el mes de noviembre.
La Ermita del Cocó, una pequeña ermita rural que encontraréis a un kilómetro de Lloseta, se construyó en 1878 donde se adora a la Virgen del Cocó. Los habitantes de Lloseta, Binissalem e Inca suben al Cocó en romería para rezar a esta virgen, y está declarada Bien de Interés Cultural.
Seguimos nuestro camino para acceder a uno de los lugares que más me impresionaron durante el fin de semana. Y es que, no cada día una puede acceder a un palacio y a todo lo que le rodea. Este fue el caso del Palau d’Aiamans y sus jardines, que se convirtieron en nuestra base de encuentro el fin de semana. Un lugar que no se encuentra abierto al público y que fue un auténtico lujo poder visitarlo.
El Palau d’Aiamans, y su extensión aproximada de unos 15.200 metros cuadrados está rodeado por unos grandes jardines cerrados. Durante mucho tiempo fue el antiguo casal de los condes de Aiamans y varones de Lloseta. Con los siglos sufrió sucesivas reformas y, de hecho, actualmente no se conserva nada del edificio primitivo. En el siglo XX, y como propiedad de la familia March, se realizó una reforma interior y en el año 1975 se vendió la propiedad. En octubre de 1988, fue declarado Bien de Interés Cultural y sería una maravilla que estuviera abierto al público o accesible ya que sus jardines serán la envidia de cualquier evento.
Allí, fue donde se nos empezó a endulzar una mañana gris mientras el horno de Can Pistola, una panadería y pastelería tradicional fundada en 1947, nos deleitaba con sus cremadillos de sobrasada, botifarró y crema pastelera.
Seguimos la jornada a pie, porque si una cosa tiene Lloseta es facilidad para poder acceder a todos los sitios caminando. Tocaba el momento más autóctono, ya que, íbamos a conocer el auténtico producto local y artesanal que caracteriza Lloseta, el cardenal del Forn de Baix, una pequeña empresa familiar fundada en 1900 y que ha ido pasando de generación en generación.
En este jardín de las delicias nos dejaron acceder a su quirófano artesanal, allí donde cada día preparan un sinfín de cardenales que distribuyen por toda la isla. Sin ninguna duda, uno de los postres más tradicionales de Mallorca, y que para pena de muchos, no está relleno de merengue sino de nata, aunque si lo lleva mezclado con el bizcocho. Un postre delicioso que mantiene su tradición gracias a la pasión y dedicación que inculcan Ana Mari Pou y Pedro Coll.
Para concluir con nuestra visita por el tejido artesanal – nunca mejor dicho – hicimos parada en Teixits Riera, una empresa familiar que desde hace cuatro generaciones fabrica tradicionales ‘Teles de Llengües’. Al llegar, Biel nos enseñó el taller en el que se producen estos tejidos tan característicos mallorquines, uno de los pocos que ya quedan en la isla.
Seguro que más de una vez habéis visto estas telas que se utilizan para forrar cojines, butacas, sillas, para bolsos, para monederos, lámparas, y para nuestro accesorio más importante, las mascarillas. Un hecho que los ha convertido en una de las pocas empresas de tejidos que diseña, elabora, distribuye y vende la auténtica y típica tela mallorquina, que comercializa en Mallorca, la península y parte del extranjero.
Como definen ellos mismos: “Cada tela sigue los procedimientos heredados de generaciones anteriores, y son fruto del esfuerzo de todos los miembros. Cada uno de ellos, en su momento ha contribuido a que el oficio y la tela #IkatFromMallorca, sigan vivos y continúen su evolución, en un marco que respeta las cualidades que la han convertido en el emblema del Mediterráneo. Nos esforzamos en respetar las cualidades únicas y mediterráneas de nuestras telas, y nuestra misión es la misma de nuestros inicios: crear un producto fiel a sus orígenes y preservar los valores que rigen nuestro oficio”.
Caminando rumbo al centro del pueblo, llegamos al primer templo gastronómico del lugar, Restaurante Tomeu Lassio. Allí nos esperaba el chef Tomeu Lassio, un joven que arrastra una trayectoria profesional muy ‘arrelada’ en Lloseta. Trabajó en el Celler Ca’n Carrosa con Joan Abrines, al que considera como si fuera ‘su padre’, pero también en el restaurante de Santi Taura. Aunque fue en 2014 cuando decidió montar el suyo propio.
Tal y como él mantiene, su cocina se basa en el amor hacia el producto mallorquín, de temporada y de Km0. Su menú degustación estaba formado por una selección de platos sencillos pero que sorprendían nuestro paladar con producto que derramaba calidad por los cuatro costados. Tostada de bacalao con trempó, calamar relleno, arroz negro con calamar – un escándalo – y auténtica porcelleta rostida que incluso vimos como la cortaba en el mismo comedor delante de los comensales, como si estuviéramos en un celler. Y como todo final ha de tener un postre delicioso, en Lloseta no podía faltar su cardenal que Tomeu lo presentó con helado de queso y chocolate puro, amargo y fundido… casi ná. Bueno si, la foto final con Tomeu fue un puntazo y el decorado más. 😉
Como podéis imaginar, tocaba descansar, porque si algo necesitaba tras esa jornada era llegar a mis aposentos. Segunda visita a uno de mis hoteles preferidos por excelencia y que ya se había convertido en mi elección años atrás, ya que soy adicta a los Only Adults. Cas Comte Petit Hotel & Spa se encuentra justo en el centro del pueblo, entre la iglesia y el Palau d’Aiamans.
La casa es el resultado de una cuidadosa reforma que ha respetado la estructura original, conservando la elegancia de las casas señoriales mallorquinas del s. XVIII. El hotel tiene ocho habitaciones: cinco dobles, una de ellas adaptada para personas con movilidad reducida, y nueve suites, equipadas con bañera hidromasaje. Además, cuenta con zona solarium con piscina y la zona de spa con un amplio abanico de terapias y tratamientos.
Antes de acceder, su terraza ya te cautiva: amplia, empedrada y con esa fachada que aunque sea de noche desprende un brillo más que acogedor. Tener el privilegio de disponer de la habitación con balcón que daba a esa terraza, fue una verdadera suerte. Este hotel combina vanguardismo y tradición, ya que, sus paredes de piedra tradicional sientan perfectamente al diseño más moderno en la decoración del cuarto de baño. Algo que no pasó desapercibido y que iluminó mis ojos, fue la bañera y la ducha de hidromasaje… una espera para sumergirme en ella, que no dejé que fuera eterna…
Pero si algo no podía faltar para acabar el día fue un toque de cultura, porque tras el momento que estamos pasando, tanto los artistas, como los amantes de la cultura, necesitamos manifestarla y consumirla.
La cultura es segura, sin ninguna duda no me cansaré de repetir ese mensaje que tanto se necesita, y cuando digo cultura englobo la realización de eventos, conciertos, teatro, cine, etc. Mascarilla durante la actuación, gel hidroalcohólico en los accesos y distancia de seguridad en la sala… adaptarnos a las nuevas medidas no es tan difícil, y si con ello además contribuimos a que todos los implicados en este sector puedan seguir ejerciendo su profesión, no está nada mal. Y así fue la experiencia en el Teatre de Lloseta, otra de las ubicaciones a la que pudimos llegar a pie.
Dicen que la música, ese aliciente que saca polvo al alma y alimenta los sentidos es tan necesario como beber, comer y dormir, y en mi caso es así. La artista Marion Deprez hacía 10 años que no se volvía a subir al escenario del Teatro de Lloseta, aquel que hace 10 años la acogió por primera vez y que aquella noche volvió a hacerlo.
Un concierto íntimo, en el que la artista con una voz rasgada tipo Alanis Morrissette hizo que además de disfrutar de un concierto te sumergieras en tus pensamientos más profundos, a través de sus experiencias personales. De ella, me llevé frases como: “Aterriza muchas veces y vuelve a alzar el vuelo”, “Lucha y alza la voz por lo que crees”, “Sé la mujer que tantas cosas quieres ser”, o “Plantéate qué quieres realmente en la vida”…
Tras salir del teatro, puedes disfrutar de un paseo a pie hasta volver a llegar de nuevo al hotel, pero antes, hicimos parada en el Celler Sa Plaça. Allí podrás disfrutar de la comida tradicional como: frito mallorquín, porcella, paletilla de cordero, bacalao o sepia a la plancha… eso sí, ves con hambre, porque sus raciones son más que generosas y no sé si te quedará hueco para el postre.
A la mañana siguiente, amanecí en uno de mis lugares preferidos de la habitación, esa maravillosa cama antigua con dosel, ¡cómo me gustan! Lástima que el techo de mi habitación no sea así de alto 😉
Abrir la persiana, salir al balcón y respirar – sin mascarilla – aire puro mientras divisas el horizonte… Un horizonte, en el que prevalece la paz y la tranquilidad de un municipio que empieza a despertar acompañado del sonido de las campanas de la iglesia que anuncian la hora cada 60 minutos. Aviso a los lectores, no dejéis de hacer este ritual cuando os encontréis allí, para ello, os recomiendo la habitación número 2.
¡Y llegó el gran día! Tras un desayuno en la maravillosa terraza disfrutando de los primeros rayos de sol de la mañana, ya ansiaba uno de los planes que más ganas me hacían. Para los que ya me conocéis, sabéis que el cycling es una de mis actividades favoritas y que me encanta practicarlo en la ciudad.
Con nuestra indumentaria preparada y con una temperatura de 21 grados, fantástica para aquellos que eligen Mallorca para disfrutar del cicloturismo… Así pues, nos pusimos en marcha y junto a Matías de Cycling Friendly, nos fuimos de ruta cicloturística por los alrededores del municipio. A modo ‘verano azul’ con bicicletas de paseo, de montaña y de carreras, salimos del municipio pedaleando mientras hacíamos diferentes paradas para seguir conociendo historia sobre Lloseta, que combinaban cultura y deporte al mismo tiempo. Una actividad que nos llevó poco más de una hora y en la que recorrimos 10 kilómetros. Una manera diferente de conocer el municipio y una actividad para disfrutar sola, en pareja, con amig@s o en familia.
Sin ninguna duda, y aunque la gastronomía me chifla, nada como una buena sesión de deporte sobre bicicleta y descubrir lugares que nunca habías visto.
Cycling Friendly nació en 2011 de la mano de sus tres socios, Jan Choueiri, Matías Ximelis y Miguel Contestí. Ellos crearon este potente proyecto que unifica por primera vez, toda la información relativa a ciclismo y triatlón de la isla de Mallorca, donde está su sede.
Una página web que unifica rutas ciclistas, altimetrías de todos los puertos de montaña, eventos, noticias de ciclismo, sección de blog con información de productos y servicios, hoteles, agroturismos, alojamiento vacacional, bares y restaurantes, tiendas, alquiler de bicicletas, agencias especializadas, fisioterapeutas, médicos deportivos, etc…y todo geolocalizado en un mapa para que el cliente pueda ubicarlo de la manera más sencilla posible. Cycling Friendly tiene su sede en Mallorca, Islas Baleares, pero tiene presencia en toda España.
Durante la ruta descubrimos la verdadera esencia de Lloseta, años atrás, como lugar industrial de la minería. Para mi fue un contraste ver, por una parte, a la entrada del pueblo desde Binissalem, en el centro de la rotonda, una escultura que representa un minero saliendo de la mina con unas vagonetas que hace referencia a este pasado minero. Y por la otra, estar allí divisando un pasado en un presente que apuesta por rutas ciclistas con las que el sector público y privado quiere posicionarse de cara a potenciar la industria turística.
Ya que no pudimos disfrutar de los Jardines del Palau de Aiamans el día anterior, la DO de Binissalem quiso que su degustación fuera en este espacio patrimonial. Vinos singulares y de variedad autóctona fueron los que Marga Amat escogió para explicarnos las características del prensal blanc y del Mantonegro – que por cierto, no tiene porque ser oscuro, como bien se ve en la foto. Ya sabéis que soy muy disfrutona y me encanta sentir que me bebo la vida, sola o acompañada, pero el sorbo de vino que entre en mi boca que sea ligero, que para trompicones ya tenemos este 2020.
Así que haz como yo y sírvete una copa de vino de la DO Binissalem túmbate sobre el césped mojado y cierra los ojos. Proyecta como te gustaría estar en un año y ese día tendrá mejor sabor.
Como colofón final a nuestra escapada de fin de semana, visitamos el templo gastronómico de Joan Abrines, el Celler Ca’n Carrossa. El legado culinario de la familia Ramón está unido a Lloseta y al Celler Ca’n Carrossa desde hace más de un siglo. En mi segunda visita a este lugar, Joan nos sorprendió con un arroz de otoño – delicioso por donde metieras la cuchara en el plato -, una carrillera con membrillo que me puso en alerta en un primer momento por mi poco amor al membrillo, pero que me dejó boquiabierta. Y de postre…. redoble de campanas para el postre de los postres… ‘menjar blanc’ – ¡Fetén!
Lástima del final del blogtrip, de las risas tapadas con mascarillas, de las distancias de seguridad, de la falta de besos y abrazos que nos tiene impedidos esta pandemia 2020, pero aún así, gracias a personas como Tomeu y Mar que son valientes y luchan por seguir organizando acciones que repercutan positivamente en posicionar Lloseta como un destino local turístico dentro de Mallorca, que no puede apoyarse en un modelo de sol y playa, pero que basa su oferta turística en patrimonio, cultura, naturaleza, cicloturismo, gastronomía y comercio.
Lloseta goza del privilegio de ser la puerta de entrada a la Serra de Tramuntana y de tener un bagaje històrico relacionado con la minería y la indústria del zapato que merece ser puesta en valor.
No confundamos relax, paz y tranquilidad con destinos aburridos, para nada, Lloseta me ha aportado risas, relamidos en cada uno de los templos gastronómicos, encuentros enológicos, confesiones en terrazas empedradas, y #goodfeelings a raudales sobre la bicicleta. ¿Se puede pedir más a 20 minutos de Palma y durante un fin de semana entero?
Gracias Som de Mallorca, Fundación Mallorca Turisme, Lloseta Tour y cada uno de los artesanos y empresarios que formáis el tejido empresarial del municipio y que protegéis las tradiciones más autóctonas de Lloseta.